Pan color de nieve,
Pan color de noche clara,
Pan color de atardecer dorado.
Pan de piel bronceada,
Vital y dócil, salpicada de maní tostado
Y, de carne tierna, jugosamente insípida.
A veces con sabor a dulces frutas:
A naranja, a banana, a dulces uvas.
Y a otras tantas con aromas
de ajonjolí, mantequilla o ajo.
Pan, pequeño y tierno
Como la palma de un niño,
Pan, largo y firme
Como el faro dorado de su planta,
Pan, ancho y grueso
Como el verano redondo de su clima.
Pan de mil formatos, tonos y sabores,
En ti se condensa el sudor del campesino,
el talco y el calor del panadero, y
la ambición egoísta del empresario.
Pan, bocado primigenio,
Milenario y holoceno,
Con señas arqueológicas del alimento humano.
Tienes en tú alma historias sin fin:
De vida y muerte,
De paz y guerra,
De abundancia y hambre.
Conservas en tu carne:
Sudor y piel quemada de humildes brazos,
Sonrisas tiernas y paz de hogar,
Dulces y tranquilos sueños.
Muchas veces
Escaseas en la boca
de tus padres: los labradores de la tierra.
Esas mismas veces,
Los poderosos
lo comercian velozmente
Olvidándose del hambre
y su remedio, el pan.
Eres pan de vida,
ternura,
abrazos y besos en la mesa,
donde, entre pan y vino,
se tejen sueños futuros,
Se hacen amigos
y se funde el amor sin arañar la piel.
Amo los momentos de alegría,
Cuando la cena está dispuesta
y ceremoniosamente se retira
El perfumado manto blanco
Del canasto en el centro de los comensales,
Y el anfitrión,
Discreto y delicado,
se revela, dispuesto,
A saciar nuestras necesidades milenarias.