Mezo en el límpido renglón de mis aguas
la tesitura de tu pensamiento,
que permanece atento
al resuello leve de mis ángeles…
Un bosque blanco emana
del sumiso arroyo de mi lengua
y son tus galantes silencios
-efluvios refulgentes-,
los que escarban insistentes
el terreno íntimo de mi alma…
Me envuelvo en tus labios
nombrándome claridad…
Avanza tu hiedra solar
ambicionando mis párpados,
el fondo de mi oscuridad,
subiendo por la corteza de cristal
hasta amanecer cautiva de tu infinito tacto…