la negra rodriguez

OLOR A FLOR DE RETAMAS

OLOR A FLOR SE RETAMAS.
Los olores, los colores, las cosas siempre tienen guardados recuerdos que se abren en el alma y nos causan dulces o amargas añoranzas.
En mi caso las retamas me traen lejanos pero dulces recuerdos familiares y recientes y amargos recuerdos sentimentales.
Pero, vamos a centrarnos en lo dulces y bellos recuerdos y me traslado a mis quince años:
Desde que salí de mi ciudad natal, mi amada Cuenca, no había vuelto hasta esa edad adolescente, en esos días, que ya me había vuelto señorita, claro con mi piel oscura. Mis hermanas y mis padres insistían que debía cuidar de mi apariencia. Retrocedo en un paréntesis a mi infancia porque me asalta otro recuerdo: el de mi hermana mayor diciéndome que me iban a poner una noche entera en cloretol para ver si así blanqueaba mi piel, cosa que a mí me tenía sin cuidado y solo imaginármelo (era muy imaginativa) me hacía mucha gracia. Bien regreso a mis quince años. Mi padre había encontrado en el mercado una crema ¡BLANQUEADORA! la que justo solucionaría “mi problema” -la de mi piel oscura- la que tenía que aplicármela ya ni recuerdo cuantas veces al día. Mi bella madre, al percibir su olor dijo: huele a FLORES DE RETAMA. Yo no conocía ese olor y como dije al principio a los quince tuve la oportunidad de volver a Cuenca y coincidió con la compra de la mencionada crema. Estando en dicha ciudad, me llevaron de paseo a uno de los cuatro ríos que atraviesa la ciudad de oeste a este: el río Machángara, y pude observa r en sus orillas abundantes flores deretama. Me fascinaron su color amarillo intenso, el verde intenso de sus ramas y sobre todo percatarme que su olor efectivamente era el de la “milagrosa crema”, que solo blanquea en mi recuerdo el cariño y la añoranza, aromándolos con la esencia de la dulce vida familiar y los cuidados que nos prodigábamos mutuamente todos los miembros de RODLEÓN, los padres cuidando a los hijos, los hermanos mayores a los pequeños y estos a los más pequeños. Pues éramos diez hijos felices en el maravilloso seno familiar que tenia de riqueza abundante el amor.