Mi abuela tenía un baúl de roble
Donde guardaba secretos de Canadá
Le ponía candado para que nadie supiera
Que en Toronto dejó, de su vida, la mitad
Mi abuela tomaba malta en botella y se reía
Como ríen las abuelas que son de verdad
Nos contaba historias del lago Ontario
Y decía que el día era más corto allá
Mi abuela nos cantaba cuecas en domingo
Versando unos aros entre las décimas
Le decía huevón al que no entendía
Que el mate era bueno para la edad
Mi abuela se teñía las manos con carbón
Y no le gustaban las empanadas sin ají
Ella silbaba boleros todo el santo día
Recogiendo cerezas para un budín
Mi abuela decía que vivió en La Habana
Y que había visto al mismísimo Fidel
Entregando palabras a sus nieto cubano
Cuando vivió unos años el exilio cruel
Mi abuela hablaba de su hijo Carlos
Orgullosa decía que había llegado a doctor
y en Noviembre celebraba su cumpleaños
Hablando de Teresa, de Nano y del Palito cantor
Mi abuela me daba una moneda para el pucho
y me retaba temprano si llegaba tarde
una vez me tiró un palo de leña por quebrarle
un vidrio de su vieja casa que se cayó.
Yo la recuerdo contenta en su última semana
retando al cura que quiso hablarle de Dios
pidió una cueca para despedirse
y se fue con un siglo de amores al panteón