Corría limpia la mañana,
cálido aire en las casas,
y en el verde camino
un abuelo y un niño.
Paseando cerca del río
encontraron un pajarillo,
con las alas recortadas
y el rostro sin alma.
El pequeño lo vió,
su corazón se rompió:
- ¡Abuelito!, ven, mira,
el pájaro no respira.
Tiene los ojos cerrados
y su pecho está morado.
Sus plumas han perdido
todo su bonito brillo.
¿Qué le pasa, abuelo?
¡qué no tiene aliento!
- Recuerdas aquella flor
que al suave río cayó,
porque soñaba navegar,
su alma en el inmenso mar.
El pájaro también quiso
andar el dorado camino,
dejar el miedo y el dolor,
y volar, más alla del sol.
A la madre tierra,
le dió su cuerpo a ella,
descansa ahora
en el cielo, entre la aurora.
El niño, la historia triste,
le hizo llorar, ya no ríe
el pequeño: - ¿Por qué se fue
y un animal dejó de ser?.
¿Por qué no quiso
estar más aquí, abuelito?.
- Porque todos algún día
dejaremos esta vida.
Nos iremos lejos
a un lugar sin sufrimiento,
sin dolor, ni pena,
ni la amarga tristeza.
Sólo dulce melodía
de eterna armonía.
Siempre descansar en paz,
solo eso y nada más.
Poco importa el lugar
donde uno va a parar,
porque de la religión,
cada uno tiene un dios.
Quizá sea el agujero
que hay en nuestro pensamiento.
¡Somos tan inteligentes,
pero que hay tras la muerte!.
Tú nunca lo sabrás,
sólo sufrimiento tendrás,
Homo sapiens, ¡estúpido!,
estupido hombre-mono
¡Ten fe!