Inconmensurable cielo que aplasta mi camino,
Cual si fuera rebelde el destino,
De llanto cubrir mi desahogo,
Más huir de la angustia logro
Al caminar a mi ritmo el peregrino.
Sutileza tibia es el sentir tus manos,
Su perfume de flor, de ramo antiguo.
Carente de color pero de aroma continuo.
Si acaso miraras el cielo, impiadoso,
Y le suplicases que no vuelvan mis penas,
¡Oh! ¡Qué torrente alegre correría en mis venas!
Lo alabaría por su gesto, por ser bondadoso.