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Sonata muda para la Luna Llena
Por: Javier Gamboa Panevel
El bello globo de plata se eleva en el azul cielo.
Ilumina todo el prado. Y con su luz argentada,
en medio de la pradera, ve un piano desvencijado;
sin cuerdas y sin teclado…
No hay sonido. No hay oído.
Sólo existe el esqueleto, del piano desvencijado.
La piel comienza a sentir, aquel sonido del piano.
La voz de aquel instrumento eriza la piel sensible
Y oprime al emocionado.
Cada nota es un susurro que no sé como lo oye
No hay sonido, No hay oído.
La sonata es a la Luna.
Quien ejecuta es fantasma. No oye porque fue sordo.,
Pero le escribió a la Luna.
La Luna está en su butaca; en su butaca de nubes.
Nubes vestidas de blanco, de azul, verdes y violetas.
Presta a escuchar el concierto que para ella se escribió.
Después del último acorde que finaliza el concierto.
Ella aplaude emocionada. Los ojos le lagrimean.
Y grita con viva voz; con viva voz de soprano.
--¿A quién debo tanto honor?
El concertista responde. – El honor es para mí.
Escribí a tan bella dama, porque ilumina mis noches,
Me conecta al Universo, donde oí, lo que para ti escribí.
Yo soy Ludwig Van Beethoven. Y he llamado esta sonata
En honor a tu belleza.
“Sonata Claro de Luna”