Y nos ponemos a pensar en que sombrero usaremos,
cuando estén lloviendo cenizas,
de aquellas nubes de polvo,
de una humareda distante,
nacida de un incendio que quizás yo mismo ocasioné.
Todo para que saliéramos como serpientes,
arrastrándonos sobre nuestros pechos,
sintiendo como gimen nuestros corazones,
para abrirnos de piernas
y ahogarnos de cara contra nuestros cuellos.