Cuando la noche y el silencio
ya no quieran esconderme más,
cuando las luces de los flashes
y el reflejo de los oropeles me delaten,
cuando te comenten mi marcha triunfal,
sé que, aunque sea brevemente,
me querrás interpelar.
Tendrás mil cosas que contarme
(y querrás saber de mí, además);
yo fingiré reconocerte
como uno de tantos
intrascendentes recuerdos
(espero no traicionarme
con ningún tic... ningún gesto).
Cuando ese momento llegue
lo dejaré pasar...
será pobre mi venganza,
¡pero te dolerá!