Brotaban verdes hojas
De las hinchadas yemas del ramaje,
Y flores amarillas, blancas, rojas,
Alegraban la mancha del paisaje.
Antonio Machado
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Me gustan las hojas verdes,
pardas, rojas y amarillas
y de las cosas sencillas
flores y olor que recuerdes,
de la semana los viernes,
del campo las florecillas
y de tu risa, chiquilla,
el mirar con que me pierdes.
Odio a los iluminados,
los que se creen profetas
que hacen uso de sus tretas
para ponernos candados.
Los que recurren a dios
para lavar nuestras mentes,
de arengas inconsistentes
que te atan diciendo adiós.
Me gusta tumbarme al sol
viendo al cielo en la pradera
observando en primavera
el sueño de un caracol.
Del rio, cañaverales,
del polvo, la carretera,
las moscas ¡tan puñeteras!
y del monte los pinares.
Me repugnan los que mienten
y también los renegados,
los que hablan ¡iluminados!
que dicen lo que no sienten.
¡Maldecidos los negados
y también los convertidos
que se muestran afligidos
por sus indignos pecados!.
Llantos que fingen ser llantos
en cementerios perdidos,
lamentos, dicen, heridos,
preñados de desencantos.
Vengo a buscar lo que busco,
campos llenos de amapolas.
No quiero ver los pedruscos
sino el bailar de las olas.
Yo busco en los romerales
las obras de arte barrocas,
de los diques en las rocas
y en los montes, los trigales,
las vides, los matorrales,
donde el canal se desboca
llevándose los pesares
que a cada quisqui nos toca.
Yo huyo cual gato escaldado
de vendedores de sueños,
que te dicen muy risueños
que la vida es un pecado.
Desde que ya eres pequeño.
antes que te hayan regado,
en ti ellos ponen su empeño
¡Maldita que les han dado!