Mírala y no protestes
que una sonrisa basta
para que el amor siga
defendiendo la esperanza.
Mírala e invierta más en
sonrisas
miradas
besos
que la suerte en el amor
es muchas veces
un intruso
que necesita de una importante
dosis de locura
para quedarse
amablemente.
Mírala y no le des
excusas a la suerte
no conviertas
al azar
en tu aliado
sucumbe con recuerdos indestructibles
con promesas que no sean promesas
sino ejercicios anti-defraudación;
advierte que lo traumático
no son los celos
más bien la espera
como una bomba atómica
de aquel tiempo que no está.
Mírala y aprende también
que la realidad se deforma
cuando la mira a ella
porque irrumpe con tanta
libertad de ser genuina
sin ataduras
sin solemnidades
sin absurdos
sin dictaduras
y así de inoportuna es ella
cuando sonríe
que la ironía cabe en un suspiro.
Mírala
como un país
como una verdad
como una noticia
como un exilio
y ni bien presientas el peso
de los ojos
vuelve a mirarla
como una revolución
como un combate
como una estrategia
como un descanso
que atropella con tanta devoción
al corazón.