Muriéndose está mi vida en el atroz silencio del ocaso,
Porque jamás me obsequiaste duda inmerecida,
Ni lecho frío, ni semblante inmaduro en mis años.
Puedo objetar al final de esta breve historia,
Que todo y cuanto vivimos guardado está en la memoria;
Si mis manos sembraron donde anduve toda y cuanta cosa,
Quizás mi siembra fue fructífera sembrando a cada paso rosas,
Mas cuando planté esperanzas siempre hubo por fruto mieles sabrosas.
Tan cierto es a mi sangrante vida que habrá más inviernos,
Desde lo alto dios no supo enjuagar mi llanto eterno.
Encontré a mi vera noches que no han sido buenas,
Mas nunca afirmaste que yo no tuviera penas,
Pues a tu lado tuve noches, santamente eternas…
Te amé, me pudiste amar,
Del berilo del sol sentí su pavor sobre mí quemar,
En cambio tú ya nada me adeudas,
Amor mío, moriré en paz!!!
Luis Augusto 2014-10-28