Tal vez fue el alba con sus brillantes destellos, con sus cascadas de luz, la que evaporó el rocío y dejó huérfanos los besos.
Tal vez fue la tarde con sus hojas de hastío, con su rosario de nubes, la que desató la lluvia y naufragó la ternura.
Tal vez fue la noche sin luna y sin estrellas, la que cubrió los sueños con manto de soledad...sueños de nieblas que no despertaron.
O tal vez fue el tiempo, ese caballero implacable quien contó las hojas mustias del árbol truncado, las anotó en su libro arcano y pasó la página.