He visto tu efigie y conozco tu voz,
aunque te conocí de lejos, me adentré en tu vida;
abriste tu pecho para exigir sosiego
al destino artero que me hacía infeliz.
Embelesé tu oído con dulces anhelos,
esbozaste sonrisas que alcancé a sentir;
te dediqué mil besos y la pasión que siento
a cambio de que me lleves junto a tu latir.
Un par de locos que suspiran al viento,
que ven en la luna el rostro de su amor;
cuentan estrellas para medir la distancia
y las circunstancias que privan su ilusión.
Estamos tan lejos, sin poder tocarnos,
más en la distancia te aprendí a querer;
han germinado en mi adentro vastas ilusiones,
y aún así no posea tu cuerpo, ya eres mi mujer.
No habitamos en la misma tierra,
ni convergemos en lugar afín;
sólo vemos nuestra faz en fotos,
y una línea acorta la distancia ruin.
Tenemos motivos para caminar de mano,
una historia prohibida que permanece oculta;
más emergerá un día de entre aguas turbias,
para encarar al mundo con nuestra realidad.
Anhelo mañana poder abrazarte,
apresarte en mi seno y no dejarte huir,
aspirar el aroma que emana tu cuerpo,
y recorrer tu talle cuando entre en ti.
Besar tus labios me colma de sueños;
añoro tanto perdurar en tu vida,
que cuando el ocaso me robe los días
recuerdes a este hombre que te dio su amor.
Alberto Morales Ureña
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