Si tú supieras, mi amor, si tú supieras
que mi corazón a tu soñar resiste
volverías a abrazarme y no estar triste
cuantas veces que tú a mi me lo pidieras.
¿Por qué insistes en penar sintiendo pena?
Diles que aquella mazmorra sucia y fría
además de hacer injusta la condena
de tu rostro ha eliminado la alegría.
Yo desconozco tu tez ¿blanca o morena?
pues te diviso al trasluz de celosía
y es tu ambrosía, lunar de luna llena.
Ni sé tu nombre, te llamaré Jimena,
ni tu origen, supongamos de Almería,
ni tu persona, digamos que serena.
No eras para mi mas que una niña buena
que a mis pupilas arribaste un buen día.
Cuando regrese hoy de nuevo al camposanto
escarbaré allí tu tumba entre la arena,
colocaré algunas flores junto al llanto
para poder mitigar nuestra condena.
Resumiré algunos versos en un canto
en previsión de si un día resucitas,
te recordare que vengas a la ermita
donde yo espero impaciente. Y entretanto
reposando tú estarás junto a la fuente
mirando como el agua cae, tirita,
dulce, silente, tranquila, incontinente,
que en las noches pareciera que dormita
hasta que llega la lluvia y lo desmiente.
Fantasía, febril canto de sirena,
para mi imaginación, fuiste alma en pena,
misteriosa, una ilusión inconsistente.