Edward y Baldo eran un par de ángeles terrenales
juntos hasta el fin de los tiempos,
un gran día atravesaron instantes fatales:
una capa de humo envolvió a ambos hermanos.
Todo ocurrió tan rápido,
el humo los envolvió y cayeron a dormir
Edward y su madre despertaron
y mientras Baldo dormía
su madre querida le dijo en un sueño:
- Hijo, abre los ojos y sé muy feliz.
Pasaron los días de primavera
Baldo abrió los ojos y movió las manos
impaciente por su madre y hermano
preguntó por ellos harto de tanta espera.
"Hijo abre los ojos y sé muy feliz"
retumbaba en los pensamiento de Baldo.
- Los he abierto madre- dijo baldo-
¿en donde estas? Quiero ser feliz.
Edward y su madre viajaron lejos
no volverían hasta el fin de los tiempos
oh ¡que tristes momentos!,
un ángel más ha muerto.
A Baldo el cabello se le alboroto
y su cara empalideció.
Un ángel se transformó
en lo que de Tim Burton hubiera sido creación.
Ojos vigilantes lo asechaban
cuando los pies arrastraba al pasar
¡qué lástima, qué pena!,
¡Pobre joven, que mala situación atraviesa!
Se escuchaba murmurar
cuando los pies arrastraba al pasar.
- Te ves mal amigo- dije un día de verano.
- Quiero despertar- respondió el ángel caído.
-Estas despierto.
-Entonces deseo dormir.
Enmudecí.
Y testigos mis ojos de la última escena
vieron emprender el viaje de Baldo.
¿Habrá llegado a su destino?
la respuesta la desconozco
hoy visto de negro
por luto, por Burton, por estética;
aun mis ojos observan la última escena.
Un año ha pasado de ese verano
y en mi mente habita un cuestionamiento:
¿que ha sido del esposo de la madre y el padre de Edward y Baldo?
No me atrevería a ir a buscarla la respuesta...