Estando quieta la sombra
las nubes se ven más cerca,
duendecíllos cubiertos de colores
claman alegres en sus escondites.
Parecen minúsculos ejércitos
que asaltan en silencio y te destrozan,
acudiendo presurosos y ordenados,
saltando los umbrales del recuerdo
buscando vacilante algún refugio.
Cuando la aurora está cerca
se dispersan ya las sombras,
y allá en el rojo horizonte
las nubes se ven lejanas.
Hay un silencio embriagante
arrullando la explanada,
muy lejos a la distancia…
ya no se divisa nada.
La sombra se desvanece
las nubes ya son muy vagas,
va recorriendo el sendero
una luz casi apagada…
que al amanecer cercano
dará su larga estocada.
María B Núñez