El Glommy Sunday, me parece una canción feliz. Similar a un cervatillo pastando frente al cañón de una escopeta.
Dulce melodía de cristal en mis manos.
Glommy Sunday y el día es un gato huyendo por un tejado cubierto de nieve.
Glommy Sunday, mi madre habla de una margarita escondida en el armario.
Mi Glommy Sunday. Es una muñeca que colgué en mi techo. Cortada su cara, sigue sonriendo. Su vestido es de un sueño que ninguno de nosotros pudo cumplir.
Glommy Sunday. Y su boca de piano, resucitando al cuervo muerto de Poe. Su estribillo es el tapiz que recubre a las voces que hablan de muerte. A través de las paredes.
Glommy Sunday. El café está frío sobre una mesa cubierta de escritos que a nadie le gusta. Pero vos, Glommy Sunday, eres el amor que encontré atravesado en la noche.
Glommy Sunday, eres como un viejo que entendió la última frase de su madre al morir. Nunca te vayas de esta vida, sin escuchar el estallido de tu propio corazón. Nunca te vayas sin antes recordar que alguien te amó, que alguién te convirtió en lo que eres. Con apenas un beso.
Mírame, Glommy Sunday. Te escucho y sigo escribiendo. Sigo viviendo.
Acaso yo, acaso vos y yo nacimos de lo que a muchos matan. Acaso eres el epitafio que llevo como carta de presentación para que todos me quieran.
Mi Glommy Sunday. Hoy es viernes y te escucho con la misma alegría fúnebre de todos los domingos.
La canción que recorrió nuestro camino, antes de mí.