el escultor

RECUERDOS

Un día sentado en la cima del mundo de mi amada Mérida, Mucubají, un céfiro que escarchaba mis labios te trajo a mis evocaciones, pensé que algún día quedaría cerca de ti. Recuerdo el perfil en que te conocí a través de mi amiga la computadora, me es arduo explicar que por ella tengo el recuerdo infinito de ti, que sea el grito de socorro sin término, que solo yo pueda responder. Pero tenerte en este momento en mi pensamiento, hizo que quedaras impregnada de nuevo en mi, te dibujo en los nimbos del cielo, edificando figuras hermosas que corretean por el inmortal espacio, estas tú con tu hermosa mímica, fresca y sincera, esperando mi organismo tibio para darle tus brazos y apretar fuertemente contra el pecho, sentir el olor de tus cabellos, perfume de otoño, flores que caen esparciendo su olor, quiero tocar ese cabello y enredarse en ellos, queriendo morderlos por su olor a manzana que se tendrán. Sueño, sueño callado en la soledad del silencio. Una ráfaga de brisa fría me hace poner en movimiento para vestir la chaqueta azul posada en mis brazos, tu imagen volvió a mi silencio. Se hace tarde, el cielo oscurece anunciando un torbellino, se acaba la tranquilidad del césped, de la alfombra verde y de flores que me han cobijado durante mi pensamiento, te vas con la tempestad, me anuncias que no estaras más, debo irme, soy ahora una piedra en cámara lenta por la cual nadie apuesta nada, solo su quietud para apaciguar cuesta abajo en su rodada, deteniéndose en el tiempo para no recordar más nada.