Soy dueño de un gran silencio, de tu mirada asustada,
De la más tierna mirada, que hombre alguno haya visto,
De un inmenso amor que resisto, cuando tú estás a mi lado,
De los besos que no me has dado, de tus abrazos sentidos,
Cuando, aunque no esté dormido, me haces soñar contigo,
Sintiendo que tu piel es mi abrigo, que suelo besar tu boca,
Aquella que la mía, aún no toca, pero que me entrega tu aliento,
Cuando a diario, a cada momento, vienes a saludar a un amigo…
Soy dueño de tu boca, de los besos que aún no recibo,
Del aroma de tu cuerpo, de los sueños que tengo contigo,
De tu piel, que no es mi abrigo; de tu voz, que no dice nada,
De tu marcha pausada, del vuelo de un ave sin nido,
Cuando en ausencia de testigos, tu piel calienta mi alma,
Cuando de prisa, pero en calma, vienes a saludar a un amigo…
Con ante Dios como testigo, con quien te contemplo a diario,
Espero hoy tocar tus labios, y hacerte mía por siempre
Refugiándome en tu vientre, cuando te acerques a tu amigo…
Soy dueño de tu entrega, que me hace perder los sentidos,
Cuando al saludar a tu amigo, vienes y me entregas un abrazo,
Acogiéndome en tu regazo, donde yo, quisiera quedar dormido.
Es así como a diario, yo vivo siempre a la espera,
De que hagas tu entrega, al venir a saludar a un amigo...