El primer contacto entre nosotros fue tan sorpresivo que solo se puede atribuir al destino, fue tan casual como inesperado, tan sutil como el susurro del viento.
Con un hola entraste a mi vida quitando las telarañas del tedio y de la rutina, eliminando el polvo de la tristeza y purificando el aire de mi amor.
Y él hoy se convirtió en ayer y los días en meses y la semilla de tu nombre germino en mi mente echando raíces en mi corazón y así el ave de tu recuerdo hizo nido en mi cabeza.
El árbol se nutre de la sangre de mi amor y cosecho un fruto que alimenta mi alma y sustenta mi ser. Fruto de dulce aroma que me hace suspirar y de un adictivo sabor que me hace delirar.