Y se fue,
con el filo de la espada,
con el miedo a sus espaldas,
a volver
cuando la tierra de sus sueños,
haya parido margaritas
que adornen sus estancias
y que destilen su fragancia,
una estela que ella pueda recordar.
Ella se fue
y su ingenuidad se fue con ella,
para que el mundo la sorprenda
a donde va.
Y se olvidó de aquellas manos
que sujetaban sus tobillos
y desgastaban sus colores
y enredaban sus cordones,
sin calor, sin magia, sin eternidad.
Ella se fue
y encontró en el invierno
su primera primavera, sin conocer las velas
a soplar.
Y fertilizó su valentía,
con cada lágrima que caía
y con cada pastel que vio en su mesa
y con cada copa que rió en su cabeza
y con cada segundo que pudo recordar.
Ella se fue
pero todo se fue con ella,
bajo sus dudas calladas e inmensas,
a tejer
una nube más que la sostenga,
cuando de saltos por las estrellas
y encuentre las margaritas de plata
y sus zapatos hayan recorrido la distancia,
que le digan: Es momento de volver.