Cuando ya no esté.
Cuando haya dejado
esta existencia donde
me has conocido alguna vez.
No me olvides,
será como si aun siguiera aquí.
Y escucha el sonido de mi voz
en las melodías que tú sabes
que me emocionaba oír.
En los días nublados
recoge mis tristezas,
y mi llanto en la lluvia
cuando descienda escurriendo
por los tejados.
Y percibe mi olor
cuando tu olfato recoja
el aroma de la tierra mojada,
o cuando olfatees,
la leña quemándose
en el fogón de la chimenea.
Reconoce mi juventud
en el viento frío de una mañana
cualquiera de diciembre.
Y el color de mis ojos
en la espesura de la noche sin estrellas.
Recuerda mi risa
en el murmullo que brota
del flujo de agua de una fuente.
Recuerda mis pensamientos
al repasar los estantes de mis libros
y los papeles que escribí.
En los rincones
y en los cajones se habrán quedado
atrapados los límites del alma
que no pude o no supe vencer.
Y los secretos que guardé
hasta el último día que pude hablar.
Retírales el polvo con cuidado.
No sé qué destino
me tenga deparado mi Dios,
ni cuál sea la siguiente escala
del viaje sin fin que es la eternidad.
No sé si yo podré recordar
lo que he amado en esta Tierra.
Pero tú que puedes,
tú que quedarás aun
después de mi partida.
No me olvides, si no a diario,
recuérdame algunas veces.