Rostros altivos, contemplan con desdén
El paisaje que a ellos se muestra,
Pero su desdén es suplantado
Por el rictus del dolor más intenso jamás sentido.
La muchedumbre se postra
Con sacrílego temor, al momento que se desarrolla,
Solo un hombre se distingue
Por estar de pie en tan cruel momento.
En sus labios, se despliega una sonrisa
Que resuena en carcajada;
Rostros adoloridos, voltean,
Esperando ver al hombre
Y contemplando recuerdos.
Recuerdos de errores pasados y presentes;
Ven al amigo necesitado y nunca apoyado,
Ven a sus padres gimiendo de angustia y como tapan sus oídos,
Ven al niño que llora y como lo callan con un golpe,
Ven al hermano que sufre y como apartan la mano.
El ser contempla, con justicia callada
Los rostros atormentados,
Elevando su mirada al cielo
Y extendiendo los brazos, exclama:
“lo han comprendido”,
Y en un susurro adolorido añade:
“aunque demasiado tarde”.
Sus lágrimas se confunden
Con la lluvia que ha comenzado,
Y poco a poco se funde
Con el espacio que lo rodea.