La oscuridad se aparta encandilada
por el fuego que emanan los amantes,
cuando sus cuerpos unen trémulos de pasión
gimiendo de placer al ritmo del deseo.
Sus siluetas jadeantes se funden en las sombras
como espigas cimbreantes movidas por el viento,
son como dos fantasmas perdidos en la noche
que no quieren que nadie interrumpa el momento.
Los cuerpos temblorosos acusan el cansancio
en aquellos amantes y su último encuentro,
ellos fueron conscientes que todo acabaría
aunque en sus corazones aún la llama ardía.
El día los sorprendió con sus cuerpos desnudos
estaban abrazados y aún parecían dormidos,
el sol con su calor besó sus labios mudos
y pudo darse cuenta que ambos ya estaban idos.
María B Núñez