Hasta ayer eras sólo una de tantas vecinas
que jugaba con muñecas...
o cruzaba la vereda de mi casa hacia la escuela,
una más, en un montón de niñas...
Hasta ayer...
¿Cuánto tiempo es veinticuatro horas...?
has de saber
que te vi en el almacén
esta mañana, haciendo compras...
y las notas que una radio prodigaban
te arrastraban sin querer...
y bailabas, exponiéndome tus formas.
¿Cuántos tienes... doce... trece...?
hasta ayer, tus trenzas rubias que se mecen
y tus moños se me hacían de papel...
hoy, la lluvia de tu pelo acompasado en el vaivén:
¡sol y cielo... oro y miel...!
A la tarde me encontraba, de mi casa, en la ventana,
esperando... y te vi...
te destacabas entre tantas escolares
con sus blancos delantales,
tú, ¡más blanca!, tú, ¡más rubia!,
tu figura, ¡más dotada!
Y me viste al pasar (que te miraba),
y tu cara, sorprendida y sonrojada
se agradó, y tu caminar cambió de pronto,
ya no saltabas...
y a medida que te ibas, tus caderas
adquirían lentamente
el vaivén de “La Lambada”.