Uno puede estar escribiendo la misma poesía todo el tiempo.
Abordarla de frente,
ir por su espalda.
Meterle un tajo al medio para que se desangre
llenarla de adjetivos
de color arroparla.
Uno puede estar escribiendo la misma poesía todo el tiempo.
Llegar por los caminos del amor o el insulto
brindarle un verbo dulce,
un odio sustantivo,
encerrarla en la celda de una idea nefasta
o andar toda la vida gastando la palabra.
Uno puede estar escribiendo la misma poesía todo el tiempo,
y al final de la tinta
sufrir,
llorar sobre su falda.