No lo sabe, pero usted atrapa el milagro de la vida
y lo desborda por el mundo con esa sonrisa que le invade el rostro
como sembrando flores en plena primavera.
Usted va descuidada
sin darse cuenta de todo lo que provoca.
Por eso me tiene aquí diciéndole
que rellena estanques vacíos,
que puebla el seco desierto
y que en su mano se esconde la pasión perdida.
Yo le agradezco tanto el detalle de su existencia.
Le agradezco tanto su mano tibia,
su calor humano sobre estos restos fríos.
Usted ha llegado a mi naufragio como la tierra prometida,
salvando de la inhanición mi esperanza moribunda,
alimentándola con la inagotable fuente de su ser.
Y en verdad parece que ya ha hecho mucho,
sin embargo yo le digo que he dicho muy poco,
que aun no le he dado mi agradecimiento
porque usted ha sido capas del mayor milagro:
usted ha revivido a un muerto.