Arrimó el poeta su varita mágica
y algunos seres interplanetarios
sucumbieron a la belleza
de las rimas.
Hubo fiestas de amor
entre los montes lejanos,
también hubo quien dialogó
con lo quimérico:
círculos de invierno sutil,
hadas con pasamontañas,
ojos de brujo,
dioses olvidados en almíbar…
Deseó el poeta que la Tierra
fuese un buen terreno
y enseguida muchos
se agarraron de la mano;
sucedió que ante tales acontecimientos
la paz presidió
en las miradas degradantes,
los enemigos se mimaron
y los versos fueron versos
de apego indeleble.