Para Elisa
Londres, 1 de noviembre de 2014
En la noche londinense
de un día en santos fecundo,
una estrella refulgente
viene a iluminar el mundo.
La tierra vibra en su eje
para quitarse los lutos,
refrescando amaneceres
como soplo de aire puro.
La campana alegremente
repica en compás de triunfo,
la dicha lanza sus redes
en mar de buenos augurios.
Su madre el néctar le ofrece
de dos limones maduros
y la niña, complaciente,
bebe gozosa su fruto.
Felices son los ingleses,
y ese Támesis, tan suyo,
en sus ondas bien merece
acunarla con su arrullo.
Me dicen que apenas llora,
que duerme plácidamente,
es delicada y preciosa:
Es mi nieta, simplemente.
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