Aquí yace una voz,
una voz inconfundible,
una voz que no se repite
que esta fuera de la imitación sonora del espíritu,
una voz que deja atónito el silencio
y que adormece la angustia y la fatiga
una voz que enamora a los oídos existentes
que percata y alcanza, que suaviza y endurece,
la madera de la cual están hechas sus palabras
una voz que corrige e impulsa, que no deja a ciegas
los alivios del alma, que enaltece la presencia de quien la ama.
Una voz que no se aleja en la distancia, que no esconde sus suspiros
y sus ansias, por ver de nuevo los ojos de su vida
el aliento que posterga la esperanza y al jubilo que se alcanza
cuando esa voz de nuevo dice: los quiero hijos míos...
Esa voz es la madre de mis esperanzas...
Gracias MAMÁ por tu voz...