Tenía su mundo
¡propio!
pero un día
¡descubrió otro!
Tal vez más bello,
o tal vez más tonto,
colmado de sueños
que no eran pocos.
Por eso un día
dejó su entorno,
y se inventó dos alas
con mucho arrojo
para lanzarse a ese mundo
de sueños grandiosos,
llevando de bandera
la sonrisa en su rostro,
el alma desnuda
y deseos ardorosos,
un corazón palpitante
sin gestos medrosos
millones de besos
y abrazos de oso
manojos de esperanzas
y de sueños rotos
para entrar a ese mundo
como a ningún otro.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela