Una càlida brisa jugaba
con una tierna rosa dormida
que gozaba cual niña mecida
al calor del sol que la abrigaba.
Una abeja que cerca pasaba
le zumbò con voz entusiasmada.
Ella se sintiò muy disgustada,
la osada abeja desafinaba.
Ofendida, le dijo la odiosa,
despertar mi sueño fue osadìa,
mi amigo sol muy serio dirìa;
tu voz asquerosa la destroza.
Asustada la pobre volò
muy lejos, de esa flor orgullosa
solo querìa ver a la hermosa
y esa rosa no la comprendiò.
Las rosas son solamente espinas,
dijo dolida la zumbadora
no tienen disposiciòn canora,
su belleza las hacen mezquinas.