La necesidad absolutoria de otras palabras
cuyo idioma no existe: el del amor,
y creer que en esas palabras se halla
la justificación de los días y de esa terca
ceguera en la memoria llamada olvido.
Caer, torpemente, en la trampa de lo simple,
y escribir sobre el firmamento mientras
se piensa en unos ojos cuyo verso
le pertenece al amor y por tanto
no existe. Fatigar las palabras de este
mundo inútilmente mientras te pienso
y formar la pobre imagen de la lluvia
que entrecierra los ojos de los paseantes
que no te conocieron.
La necesidad absolutoria de la poesía
cuya mentira me permite fingir que te
arrimo amorosamente a mis brazos,
aunque vaya tu hermosa presencia
huyendo de mí, hacia esa otra
incurable noche que es tu olvido,
el sueño al que se une.