Nunca me tocaste, mujer de mi alma,
y me decliné en paroxismo contigo.
Ni una mirada me diste y, tuve el yugo
de enamorarme de ti, preciosa paloma.
No sé si te amo...;
no me permitiste
definir este
sentimiento supremo.
No pude saber cómo
es el amor.
Mas lo que si sé, primor,
es que doy mi vida
por ti, hermosa hada,
sin algún temor.
Eres la primera ilusión que he tenido...
La primera vez que te vi, fue en un sueño:
un ángel me arrullaba, yo estaba dormido;
entre sus brazos nadie me sacaba del leño
que era tan sereno. Desde ahí te he soñado,
y no me daba cuenta por tanto engaño
del inerte corazón que deja pura incertidumbre.
Pero eres tú la mujer por la que he quedado lúgubre.
Recuerdo cuando yo estaba solo
en los pasillos, triste,
abrumado por mis fantasmas vanos
y con la veda de no hablarte.
Lo que me consolaba
era ver mi contraste:
ver tu sonrisa que asomabas de
tus labios, como agua que cae de
las cataratas; ver cómo el rubio sol
se portaba como un emblema en tu
cabello de tul de oro. Me gustaba
como la brisa del
aire tañía tu plácida piel.
¡Cómo reinaba tu sublime beldad!
Ése era mi consuelo,
eso mantenía mi hálito fuerte
de vida. Tenía el congojo de
algún día poseer tu amor.
¿Por qué te quiero?
si has sido impía...
¿Por qué eres mi vida y
mi alma besos te envía?
No hay día que no te recuerde;
entre más te trato de olvidar, más te atraigo.
No sé por qué mi esperanza no se píerde
y aún sigo cargando con el yugo.
Tú me harías feliz,
Tú eres mi albedrío.
Por ti el juicio perdí.
Eres tú mi querella,
pero a la vez clave de mi alegría.
Eres mi linda estrella,
y también mi agonía.
¡Eres sol de mi pleno y bello día!
Despertar en tus brazos,
probando tus labios,
sintiendo tus abrazos
y decir que te amo sin miedo,
es mi máximo anhelo y suspiro.