El tiempo detenido
Nada como quedarse detenido
en un punto de luz azul del tiempo,
en un verbo fugaz, en una almohada,
que más que en esa cama está en el mundo,
que más que en el sopor está en la calma.
Nada como dejar que todo pase,
que el día encuentre al sol en la ventana,
que el sombrero del árbol nos salude
diciendo buenos días con su aroma de naranjas,
nada como ciudades en que el viento
no mueve ni un cordel ni una guitarra,
en que todos los cuerpos se han dormido
en que por fin reposan las palabras,
no hay guerras que ganar ni laberintos
que resolver en nueces coloradas,
ni fechas que cumplir, ni compromisos
con el banco o los jefes o la nada.
Quedarse detenido en uno mismo,
oír cómo se duermen las distancias,
cómo se quedan sin contorno los asuntos
que parecían insolubles y llamaban,
como si todo dependiera de ellos
y de nosotros, vueltos locos con sus dramas.
Pero nada es así, respira el mundo,
todo tiene equilibro entre sus llamas,
no hay desesperación que nos ayude,
no hay llanto ni carrera que nos valgan,
la paz es una piel que mece el pulso,
la calma es una voz que nos aguarda,
quedémonos tranquilos en el césped,
durmamos mientras rugen las batallas,
la guerra sólo la ganan los muertos,
los vivos no merecen tal medalla,
quedémonos del brazo allá en la arena,
el resto ya vendrá, la vida es ancha
y abriendo nuestros brazos nos recibe,
nos cura, nos redime, nos restaura,
allí nos volveremos infinitos,
allí la eternidad es nuestra gracia,
en cada instante todo sin más ruido,
en cada surco mil semillas blancas,
descansen nuestro huesos y sus músculos,
repose la conciencia liberada,
ya somos lo que somos, creceremos,
por eso ahora mismo a no hacer nada,
quedémonos en paz bajo la luna,
la noche es paz y en ella, ya rendidos,
todo el amor con nuestro afán descansan.
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