Hacía algún tiempo que se miraba al espejo y solo manos veía, eran sus manos multiplicadas miles de veces ,como si hubiese un espejo uno en frente a otro y se fueran superponiendo ....¿Pero dónde estaba su cara? ¿Su rostro?, no lo llegaba a ver por más que se esforzara, cada día un poco más , solo manos...
Alguien tocó la puerta, la gente del pueblo la conocía, voceaban su nombre y le daba la bienvenida.
Su puerta de casa como la de tantos del pueblo, no llevaba cerrojo, solo por si acaso de noche pasaba llave, por si alguno hubiera bebido más de la cuenta y se equivocara de umbral.
Su vida transitaba apacible, desde temprano supo, lo que era el trabajo, para ganarse el sustento.
Su madre había fallecido, cuando aún era una cría, allí entre tías y otros familiares se fue forjando un caracter afable, más comunicadora, entre la gente. Le gustaba ayudar a que esta se entendiera un poco mejor. Hoy en día la llamarían metiche. Mas en aquella época Juana, era muy querida y respetada entre los suyos.
Siempre cuidando hijos ajenos, su afán de ser madre , había quedado en la estación de tren, con
él, su único hombre, que se le conoció, que prometió venirla a buscar y nunca más se supo.
Para ella solo existió él.
Le gustaba la música y la poesía , disfrutaba yendo a la laguna con los pequeños, que cuidaba.
Los lugareños a sus espaldas susurraban lo injusta que había sido la vida con ella.
Sin embargo era feliz, con los hijos de otros que la querían como una madre más.