Dulce, acariciarte en el sofá de la sala.
Dulce, desabrochar tu brasier a contra luz.
Dulce, mirar tus ojos negros al son de un blues.
Dulce, cuando disparas un beso como bala.
Abrázame en la longitud de tus cabellos,
Sincera compañera, amiga de la vida.
No partas cuando la tarde parezca perdida
Y el deseo perezca en la punta de los vellos.
Quédate mientras los minutos cumplen sesenta,
Cuando no valga la pena irse por la ventana.
Quédate mientras la noche se hace mañana
Y sean tantos los años y no dé la cuenta.
Y cuando te digan los huesos que el frío cala
y cuando te dé por marcharte en autobús
Y cuando un beso mío sea como un ala.
Aun si ves que cae por cuarta vez la cruz,
Aun si oyes que Dios perdonó a todos ellos,
Aun si el perdón te hace creer en Jesús.
En el azul de plomo del cielo en destellos,
En lo oscuro de la noche descolorida,
En el violeta del crepúsculo en resuellos.
Donde el silencio es un grito homicida,
Donde la soledad melancólica contenta,
Donde el fin inicia y el inicio se suicida.
Porque mi corazón se expande y revienta
como el amor que rezuma en la manzana
Cuando Eva da a Adán la fruta exenta.
Quédate conmigo en el tiempo infinito
Hasta que nuestras almas convertidas en una
hallen en la inmensidad una flor de cuna
Dulce, como los versos que darte me permito.