Quise desnudar un reojo en tu calor;
Apagar en él los destellos de una lágrima furtiva.
Pero mantuve la espalda recia contra tu esplendor.
Amé cada instante sintiendo como esperabas mi volteo,
Mas preferí mirar el ocaso probando del dolor
y del gris de una nube entregada al viento, distraída en solfeos.
Y lloré percibiendo que tus manos acariciaban mi sombra,
Alborotándome el amago de un manantial que se secaba.
Vacía de mí… tan plena de ti: apenas tenía un hilo de penumbras.
Quiso mi alma quedarse, permanecer pintada en tu paisaje;
Mas el cuerpo emprendió la partida. Callada, perdida…sin vuelta.
Y hasta hoy deambulo en la oscuridad. Ya sin más que un simple traje.
Desprendí la esencia de mi ser dejándote mi nombre en la arena;
Mi Amor en tus manos, mi ilusión ‘en un reojo al que me negué’…
Cargo la figura grisácea de penas, y tú, el lienzo de mi alma pequeña.
(Socorro Maria Lopes)