Hoy comienzo a publicar una historia que forma parte de mi libro “Historias desquiciadas”, del cual son también algunos de los poemas que ya he subido a esta página (Misterios, Nuestra hermandad, La batalla, Juancito tavyrón, Un lucero en su mirada, El día de las polleras largas, Hasta ayer, Perdiste, El testigo, La metamorfosis del poeta, Sueños..., Por el mundo, La mariporrosa, Seguramente, Le Carnac, Los nueve, Don Pepe, Culpa de la Petrona, Los tales y Oye, joven...)
Esta historia -que he titulado “Una Fantástica Historia Común”- es de una familia paraguaya que obligadamente migró a la Argentina, torciendo así su destino... o no sé... tal vez cumpliéndolo. Pero a pesar de ser una creación literaria se parece bastante a lo que argentinos y paraguayos conocemos muy bien y vivimos.
Se trata de doce poemas en total que pienso ir subiendo uno a uno desde hoy, todos los días.
Espero que les agrade.
La Nube
Con una paciencia antigua
se subieron por el rayo,
ninguno llevaba paraguas,
pero tenían un gallo,
era el veinticinco de abril
del augusto mes de mayo.
No querían sonreír...
pero se hacían cosquillas
por debajo de los brazos.
Llegaron hasta la nube
después de tanto trabajo
y se pudieron subir
cortando por el atajo.
Rápidamente la abuela
se puso a pelar mandioca,
mientras los chicos jugaban
un ratito a la pelota.
Fue entonces cuando lo dijo
(el papá a la mamá):
-“Che vieja, no te parece
que se está poniendo fresco...”
mas ella le contestó
con un : -“Sí, no, ¡já, já, já...!”
De la nube (en las orillas)
no dejaba de llover,
tampoco de caer rayos.
Mientras comían la abuela
no paraba de decir:
-“¡Que rico que está este gallo!”
No se querían reír...
pero se hacían cosquillas
por debajo de los brazos.