La tarde se va como el silencio que fluye
hacia la nada que suena a misterio y rosas.
La tarde es una vieja que hila su traje de penumbras
mientras intento atrapar esta ternura tan grácil
que rasga una guitarra lejana
taciturna de ritmos, quimérica de otoños.
Veo un mar gris a la distancia, transparente
lleno de aves de tul en luto.
No me convenzo que nada soy
estoy agarrado de misterios y maderos
que arrojo al fuego antes de que me salven.
Y es tu amor, que me revive, este amor
tan música, tan milagro y melancolía.
Y me siento como un perdido en medio
de una catedral sin dioses, tan real.
Y viene tu recuerdo, tan presente, constante
sabedor de que no me encuentro.
Cierro los ojos y te formo con la nostalgia:
Nunca te fuiste, no necesito que vuelvas.