Karina Villamonte

Hoy llovía

Quizás sea buena idea dejarte marchar… Quizás sea buena idea que estuvieses aquí... No lo sé.

 

Perdemos realmente mucho tiempo imaginando: \"Cómo hubiesen sido las cosas si…”

 

Las casualidades no existen. Las cosas pasan porque tienen que pasar. Como cuando de niño te regalaban aquel juguete que tanto querías… Lo mirabas, jugabas con él durante horas, días, incluso meses… De un día a otro te comenzaba a aburrir y es ahí donde jugabas con otros juguetes que no sabías que tenías. De eso se trata. Cuando uno desea por mucho tiempo algo y lo obtiene, a veces, sólo a veces, pierde su gracia. Nos damos cuenta que eso que tanto deseábamos quizás no merecía el tiempo que perdimos anhelándolo, entonces comenzamos a reclamar nuestro tiempo perdido. Ese tiempo jamás regresará… Ese tiempo en donde eras feliz, donde nada podía lastimarte. Donde no te hacía falta tener capa para creerte un superhéroe, porque sí, así te sentías. Así ella te hacía sentir.

 

Entonces comenzaste a escalar edificios sin sentido, a saltar desde las montañas más altas. A nadar sobre ríos, mares, lagunas, océanos… ¿Era eso lo que realmente querías? Claro que no… Lo único que querías era ser feliz. Creías que de ese modo eras feliz pero sólo era una proyección. Algo irreal. Algo que te hacía creer que estabas haciendo lo correcto, que eras feliz al igual que la persona que tenías al lado. Hasta que un día, sí… Te caíste del último edificio que quedaba por saltar, pero estás vivo. Sobreviviste. Te duele el alma, te duele el cuerpo, te duelen los huesos y hasta la mente, pero aquí estás… Sobreviviste.

 

Esos fueron los mejores tiempos de tu vida. Tienes anécdotas que podrás contar y jamás se te olvidarán porque en algún momento de tu vida te hicieron bien, te hicieron feliz. En algún momento de tu vida estuviste durmiendo en una nube, estuviste a punto de tocar el cielo con las manos… Pero comenzó la tormenta.

 

\"¿Por qué esto me pasa a mi?\" Te preguntarás…

 

La pregunta puede tener muchas respuestas, existe una gran variedad. Existen las respuestas que puede dar tu corazón, las que puede dar tu cuerpo, las que puede dar tu mente y las que puedes dar tú mismo.

 

Y entonces la ves… La ves caminando con su paraguas a cuestas justo en frente tuyo. No te resistas… ¡Ve a correrla! Alcánzala, abrázala y pregúntale cómo está…

 

“¿Por qué me ha saludado con un beso en la mejilla? ¿Por qué sus brazos son tan fríos al abrazarme? ¿Por qué su voz suena tan seria? ¿Por qué no me mira a los ojos? ¿Por qué no sonríe?”…

 

—Fue como cuando te conocí.

—No… Hoy llovía.