Llegaron como a las cuatro
haciendo mucho barullo,
con sus gritos y saludos
hicieron correr al gato.
Los de ayer no se salían
porque tenían espera,
pero de todas maneras
eso era lo que querían.
La tía gorda resoplaba
caminando por los cuartos,
computando cada dato
de todo lo que encontraba.
Los chicos ¡ya se imaginan!
se pusieron a jugar,
¿saben a qué?: A la casita,
al papá y a la mamá.
Pintaron de verde al gato,
quemaron un repasador
y, dentro del comedor,
rompieron dieciocho platos.
Los de mañana querían
liquidar pronto el asunto,
así que hablaron al punto
del tema por qué venían.
-“¡No queremos discutir!
(dijo la dueña de casa),
mejor coman estas pasas
y tomen este elixir”.
-“Van a venir abogados
si no arreglamos nosotros...
ustedes son muy morosos”
(los otros les contestaron).
Como a eso de las siete
ya estaban jugando al truco,
sirvieron pizza caliente
con muzarella y con tuco.
En un viejo aparato
hicieron sonar los discos
(siempre ponían lo mismo:
folklore, valses y tangos).
Reían a cada rato,
pues mucha gracia les hacía
cada vez que aparecía,
pintado de verde, el gato.