Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde sus rastros dejaron,
en dónde alma mía?
(Rosalía de Castro)
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Tiempos, que fueron de paz, cuando a la vida,
los dulces rayos de sol de la mañana
envían un soplo de emoción, ungida
de olores a salvia espliego y mejorana.
Aquellos que mitigaban las heridas,
tristes y cruentas, que aprisionaban mi alma
y que ahora ya en mi senectud venida
-reposo del guerrero- contemplo en calma.
Cicatrices, aunque inocuas que perduran
bajo estos arcos de mi descenso manso
que aunque yo intento ahuyentar duran y duran.
Los chopos que me acompañan en la orilla
con precaución supervisan su remanso,
evitando convertirse en pesadilla.