Sonámbulos
en silencio sin tomar en cuenta
nuestras mutuas miradas ciegas,
filtrándose en nuestros corazones ésteriles
Envueltos en frialdad
nuestros amaneceres se pierden
en horizontes opuestos
y se funden al olvido
Heridos por debaclas perdidas,
nuestros atormentados ocasos
buscan un refugio
en despectiva embriaguez
Incluso las golondrinas abandonaron sus nidos,
los árboles tiritan en su desnudez,
condenadas en un montón de autocompasión
las despojadas hojas herrumbrosas
se rezagan y esperan las ventoleras malévolas
a dispersarlas en polvo