HECHIZO ENGAÑOSO
Cuánto yo a ti te pienso mi adorada musa
que hasta una sombra terrible me asombra desde lejos
y vivo en la estación del cuerdo acumulado en mi pecho,
y hasta deploro los suspiros de la justicia y sentencia
de tu infidelidad progresiva que tu misma te engulliste;
pues que llegue hasta tu pecho que está tu barranco silente.
Maldita la bicha que no te muerde sin dientes,
pero atractiva ya la eres y mientras penetras en mis sienes
y en la borrasca de tu libre albedrío con tu aire necio;
ya no quiero tus susurros, ni sean blancos, ni sean negros.
Ahí te queda la herencia negra para arrojarla un día por la borda,
pues ya no siento las tardes azuladas de tu hechizo engañoso
ni aquel resplandor de tu cúpula poderosa y maquiavelosa,
y todo aquel sentir rojo de tu sanguíneo poderío ponzoñento,
hasta en el verso caprichoso de tu vileza llegó a mis playas para
ahogarme.
Ahí, están tus hechos de tu fantasía silenciosa
vigilando el ave voladora por el medio de la sigilosa
y necia sombra.
Vendrá el tiempo de la siega y los trigales arderán como tú
provocaste y encendiste las rocas de mi tristeza y de mis
sangrientas penas.