La bailarina de la cuerda floja
Para saludar su presencia
la luna desechó su vela fina
para alumbrar la escenario quimérico
de su ritual nocturno.
Una sonrisa de agradecimiento usurpa su ceño fruncido.
En cámara lenta su danza comienza,
su complice un vals de Chopín,
que llena su afligida alma,
con emociones de días alegres de la juventud.
La cicatriz no curado de un amor truncado,
sepultado hace años en un país en guerra,
alguna vez una ardiente llama de pasión
aún arde en su mente torturada
Es la bailarina de la cuerda floja,
manteniendo el equilibrio entre la cordura y la locura
David Arthur, Alemania ©
La foto por cortesía de María Coromera