Soy consciente de que decidir expandir
la verdad de las cosas es tarea sobrehumana;
rasgar los folletos juveniles
y bramar en la noche cerrada, con luna de ojo-cínico,
con miedo al miedo de no entender tal sentimiento.
Vendrán muchos asegurando
que la demencia
era mi forma de vida; yo no diré nada,
estaré muerto y poco importará
mi loca definición de las cosas vivas
e inertes;
mas hubo noches –debo reconocerlo-
en las que mi alma salió de mi cuerpo:
Voló por montes de ida y por mares
de tempestades juveniles,
de dolores imperecederos.
Reconozco haber agarrado
una pistola de acero frío
y balas inciertas,
y haberla sujetado con la mano
fuertemente, hasta que el escozor huía
y me aseguraba a mí mismo
que valía la pena continuar viviendo.
…Fueron madrugadas sin destino,
madrugadas con ira, desamor y desasosiego.