Ya pasaron once meses
desde aquel viaje apurado,
y que en la casa del tío,
mal que mal se acomodaron.
La mamá nunca termina,
con los chicos su quehacer,
Don Juan con José y el tío
dándole duro al taller.
Había que salir del lío,
sólo así se pudo hacer,
y vivir en la Argentina
no tiene mucho que ver.
Aquí la gente trabaja
meta mate o café
todo el día por la plata,
y no toman tereré...
Pero igual nomás se hallaban,
pues les gustaba el asado
que cada tanto se hacía
y sobre todo los sábados.
Cuando los vinos corrían,
y el truco y la guitarreada,
Don Juan alegre decía:
-“¡Aquí no ha pasado nada!”
Los chicos en una escuela
tuvieron para estudiar,
y le escribían a la abuela
que se quedó en Paraguay.
Los días se sucedían
más despacio cada vez...
y algo así como la dicha
comenzaba a hacerse ver...
Faltaba sólo una cosa
(reclamaba la mujer
de Don Juan ): –“Saber que fue
de la mimada Raquel...”