Son bienaventurados los pobres en espíritu
Por tener la humildad de buscar Tu Camino;
Ellos se ganarán el Reino más divino
La armonía del Cielo el lugar más tranquilo;
Y también los que lloran porque se han caído
Sin embargo se sanan con el llanto vertido;
Con el dulce consuelo de ese Divino Aliento
De esa dulce palabra de Nuestro Padre Eterno;
Y dichosos los mansos pues tienen el control
De la sabiduría, de la fe y del amor;
Ellos serán los dueños de la otra humanidad
Porque sólo aprendieron a, su hermano, apoyar;
Los que tienen esa hambre, esa sed de justicia,
El deseo ferviente de obedecer tu guía,
Serán siempre saciados, saben obedecer
A mandatos divinos que les dictaba el Bien;
Los misericordiosos, los que nunca condenan,
Los que siempre perdonan, con el perdón se quedan,
Y vivirán por siempre sin el remordimiento
De haber lanzado piedras ni con el pensamiento…